Mientras el viento de un abril inolvidable se
arremolinaba sobre Buenos Aires, la tarde los reunió frente a la mesa
del bar . Lo observó deslizar su suave mirada sobre la silueta deseada,
decía tanto sin palabras, humedecía sus labios con constancia, invitando
a un último beso que no fue dado. La inconsciencia pudo más porque la
razón, tan atrevida, se escondió de dos locos sueltos en una extraña
agonía de soledades encontradas, de amores perdidos, prohibidos ,
dolidos por ausencias y abandonos. El juego de la seducción se negaba a
seguir, ya no perseguía el sueño ni lo quitaba. Dolía el intentar
recordar lo pretencioso del olvido, a su oído se enmudeció la
profundidad de su conocida voz. Guardó para sí el roce de sus dedos al
acercar el libro de poesía, al marcar la página que leería esa tarde,
como era costumbre durante cada encuentro. Percibiendo el perfume dulzón
y varonil bailando frente a su nariz, acarició el borde del vaso como a
él le gustaba y esperó la respuesta que no llegaba. Con ternura lo
nombró mientras una pequeña gota salada escapaba de sus ojos. El frío
corriendo por la espalda indicaba que algo terminaba, el silencio los
abrazaba sin ninguna piedad. Como explicarle cuanto sentía el adiós, la
palabra temida, la que quemaba el alma y marcaba distancia. Un árbol de
otoño y una flor de primavera, las hojas crujían junto a la azucena que
resplandecía.....Le escapaba a la mirada interrogante, buscaba un norte
como guía sintiendo que no era ese puerto donde recalaría el barco de su
vida. Otra vez empezaría, sin los miedos a los que se había
acostumbrado, temía la soledad pero más temido era provocar dolor cuando
sus ojos veía. Le desnudó el corazón, partió su alma, perdido el
paraíso de una mágica isla, el refugio aquel, la fortaleza de piedra que
la rodeaba, caminando sobre la cuerda cada vez más floja no encontró el
valor de la despedida. Sin necesitar elevar su mano en el gesto común
del adiós, lo pronunció en la mudez de los labios, negados a emitir
sonido alguno, sabía que el tiempo sería aliado del buen recuerdo cuando
se calme el dolor. Ya no robaría las horas de sus noches y días, ya no
sería ladrona de pequeños momentos, instantes de tranquilo amor que no
repetiría. Entendió tarde los peligros del corazón, como imaginar el
sentimiento naciente cuando el tiempo todo lo cambia, pero no se olvida
lo vivido, sentido, guardado en las huellas del tiempo compartido. Así
fue que el café perdió la calidez y el aroma, la taza se enfrió sobre la
mesa del bar, corrió la silla y pensó que no podía hacerle más daño,
prefería la soledad y un olvido, a dejar que los meses se fueran
llevando años, al final tú me entiendes............ verdad?
Yuli ( Febrero '12)
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