Era la hora establecida, vestida con aquel corset dorado y cientos de botones en su espalda, calzaba justo y enmarcaba su cintura como guitarra, la pollera de larga cola, cubierta de hojas labradas con canullitos que a la luz de la misma luna brillaban. Con la lentitud de una reina se dirigió hacia la puerta, la cabeza altiva, la mirada clavada en el espejo de la antesala, le dirigió una última ojeada a la imagen reflejada frente a ella, sus 42 años aún daban que hablar siempre a sus espaldas, como si mantenerse vital y joven fuese pecado. Bajó la mirada pensativa, esta vez se atrevería a vivir una aventura mucho tiempo esperada. Se reencontró con aquel amor de las primeras primaveras de la vida, aún creía que los príncipes eran de color azul, como el mar del sur, el cielo de verano o el azul de los ojos de Ale cuando miraba. Demasiados años pasados, entre inviernos y veranos, entre la adolescencia y la mediana edad, tiempos de madurez y locuras, tiempos sin tiempo y con distancias, acortadas por recuerdos de mariposas en la panza, de lágrimas sueltas por adióses tempranos, dolores del alma, despedidas en algún banco del parque y en su memoria lo siguió con la mirada de sus pocos años. Dejando atrás los recuerdos fue al encuentro de aquel que fuera azul, un príncipe de cuentos pasados, su memoria guardaba juventud, apasionamiento, besos casi de niños jugando a ser adultos. Lo vio caminar hacia ella con el andar tan conocido y se dio cuenta que ya no era azul como su sueño, era tan gris como su misma alma...............
Yuli ( Mayo '12)
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