Apresurado, tanto como un torrente
resbalando por el risco se desprendió
su llanto de mujer- niña sobre la falda.
Tomando aquel rostro entre las manos
no soltó palabra, ni gesto, ni el abrazo
esperado por tedioso tiempo de sequía
En la profundidad de sus ojos claros,
erguia como viga en la eterna vigilia
de cualquier camino errante y omitido,
La soledad invadió el corazón henchido
del sentido amor no correspondido.
Apenas percibido por la fría compañía.
El sutil nombre monegasco de princesa,
se recluìa en infantil castillo de arena
y mi hermosa mujer-niña no florecía.
Julia Marini ( Julio '13 )
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